dimarts, 7 de juny del 2011


CONVERSACIONES INSOLUBLES –de una extraña cita a ciegas.

-Este verano he estado por Egipto. Fuimos a ver momias, y la verdad, son horribles.

-Vienes corriendo… ¿Llegas corriendo y me saludas diciéndome esto?

-Bueno, por whatsapp me has preguntado qué había hecho este verano. Pues he estado en Egipto. Me ha parecido una buena manera de no interrumpir nuestra fluida conversación, no sé qué tiene eso de extraño.

-Pero es que… -ríe-. ¿Ni un hola? Bueno, está bien. ¿Y por qué vienes corriendo?

-He salido tarde de casa –ella le mira, esperando que continúe-. Oh, ya sabes, me gusta el suspense: ¿llegaré?, ¿no llegaré?

-Dios mío… -lo mira, extrañada-. ¿Por qué no puedo encontrar a un hombre guapo, divertido, comprensivo y normal?

-Mi hermana se hacía la misma pregunta. Ahora es lesbiana –mira a su alrededor-. ¿Te apetece tomar algo?

-Claro, vamos. Oye, ¿recuerdas que dijimos de ir al cine, algún otro día?

-Sí, claro. ¿Ya no te apetece?

-No, no es eso. Es sólo que, como no tengo ahora internet… Y el móvil no me funcionará estos días, porque me cambio de compañía… Había pensado que hoy, tal vez… Si te parece bien, ¿eh? No digo que tengas que hacerlo si no quieres, pero como tal vez no hablemos en varios días… Había pensado que nosotros, a lo mejor, podríamos… Ya sabes.

-¿Follar?

-¿Qué? –ríe-. ¡No! Ir al cine hoy. Por Dios.

-Oh, ¿eh?, claro. Sí, por qué no.

-Vale –ríe otra vez-. No puedo creerme que hayas dicho lo de follar, así, de golpe. Es la primera vez que nos vemos.

-Ya lo sé, pero tengo la esperanza, ¿qué quieres que te diga? No es como si sólo me gustases por eso, pero vamos, que no lo descarto.

-Ya veo; tienes la esperanza…

-Sí. De hecho, en el metro, venía fantaseando sobre si en menos de un mes les contarías a tus amigas que después de follar conmigo, te sentías exquisitamente arrollada por un tren –ríe.

-Tal vez –ríe-. Lo que les contaré a mis amigas, hoy por lo menos, es que eres raro y divertido.

-También soy alto y musculoso, pero supongo que eso no tiene nada que ver –ríe-. ¿Flores? –pregunta, señalando a un hombre que vende rosas.

-¿Qué? No. Son zanahorias –responde, mirando el escaparate de una tienda de frutas.

-¿Zanahorias? –también mira el escaparate, y ríe-. No hablaba de eso, sino de eso –añade, volviendo a señalar al hombre de las rosas.

-Oh, vaya… -se sonroja-. Lo siento, yo… No lo había visto, pensaba que hablabas de las frutas. No sé.

-Ya, claro. Tranquila mujer, no pasa nada –le hace un gesto de despedida al hombre y siguen andando, hasta sentarse en la terraza de un bar y pedir un par de cervezas.

-Me dijiste que ya habías encontrado trabajo, ¿verdad? –dijo, en un claro intento de romper el incómodo silencio.

-Sí, he encontrado una empresa dispuesta a apostar, inapropiadamente, por mis hipotéticos dones –ríen.

-¿Qué empresa es?

-Frei S.A. Ahora estamos trabajando en una iglesia, reformándola. Tiene que estar lista para no sé qué día para no sé qué boda.

-Para una boda, ¿eh? Me encantan las bodas, son muy alegres.

-¿Te encantan? Qué extraño, yo nunca he entendido muy bien qué le ve la gente al matrimonio: por querer una salchicha, te tienes que llevar al cerdo entero. ¡Y de por vida! No tengo yo muy claro que compense, la verdad.

-Eso suena a chiste malo –ríe.

-Es un chiste malo. Mi don consiste en adaptarlos a la vida cotidiana.

-¿Y haces eso con muchos chistes? –llega la camarera con las dos cervezas, al ir a ayudarla, él derrama una botella y los pantalones de ella se mojan un poco. La camarera va a por otra cerveza.

-No me mires así –dice, secando la cerveza de la mesa-. Te diría que lo siento, pero no sería verdad. Te lo mereces.

-¿Me lo merezco? –repite ella, perpleja.

-Exacto. Nada de lo que digo te hace gracia y, ¿sabes?, me estoy esforzando bastante –la camarera llega con la otra cerveza y se va.

-Deberías disculparte; sí me he reído con tus chistes adaptados.

-No lo suficiente, mujer. Qué se le va a hacer, tendrás más oportunidades otros días que nos veamos.

-Tal vez no.

-No digas eso. No me hagas creer que eres de esas personas que basan su vida en la incoherente creencia de que quizás mañana salen a la calle y los embiste un autobús. Es estúpido. Así que tranquila: nos veremos más días –hace una pausa, piensa-. Si te hace sentir mejor podemos intentar encontrar un trébol de cuatro hojas. Dicen que dan suerte; seguro que, con eso en el bolsillo, el autobús pasa de largo.

-Bueno –ríe un poco, está visiblemente incómoda-, ¿y con quién has ido a Egipto?

-Fui con mi hermana, la tortillera. Debía venir otro amigo, James, pero al final se fue al monte con un compañero suyo de trabajo. Creo que debió ver Brokeback Mountain, porque sino no tiene sentido que escoja el monte a Egitpo y sus momias.

-Realmente no te gustaron nada, ¿eh? ¿Y las pirámides? ¿También son horribles?

-Yo no diría horribles, pero en fin, que tampoco es como para eternizarse en su observación.

-Ya veo –ríe-. Nunca he ido a Egipto, y me estás quitando las ganas.

-Lo siento, de verdad. Es que tengo la cabeza en otra parte, he dormido poco hoy. Egipto es precioso, deberías ir.

-Lo tendré en cuenta. ¿Y por qué has dormido poco?, si se puede decir, claro.

-Oh, es que mi hija de seis años me ha despertado a las seis y media de la mañana porque se le había caído una ballena encima –hace una breve pausa-. De peluche.

-¿Tienes una hija? –está muy sorprendida.

-Sí, y es adorablemente molesta. Se llama Matilda –mira su reloj-, supongo que a estas horas Marta ya la habrá ido a recoger al colegio.

-¿Marta? ¿Quién es Marta?

-Mi mujer –ella lo mira horrorizada.

-¿Tu mujer? ¿Estás casado?

-Sí. Lo sé, no lo digas, suena extraño después de mi discursito sobre el matrimonio, ¿verdad?

-¿Casado? –repite, atónita; parece no poder creérselo.

-Sí. Con Marta; ya te lo he dicho –ella se levanta y le da una bofetada.

-Eres un cerdo –dice, y se marcha.


Fin.

©Tim William. 08.06.2011.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada