dimecres, 20 de juliol del 2011

leer alemán


Salí de mi pueblo con esperanza. Por aquél entonces pensaba que nada iba a poder ser peor que aquello. Hambre. Frío. Tristeza. La Guerra Civil. Viaje de Extremadura a Madrid, donde me subí al tren que me llevaría a Alemania. Sí. Allí podría ganarme bien la vida, y les enviaría dinero a mi familia todos los meses: a cada salario.

Alemania resultó no ser tan paradisíaca. Vivíamos en barracas situadas en el mismo recinto de la fábrica. Era todo demasiado enfocado hacia la producción como para gustarme. Era todo demasiado poco humano.

Fuimos al supermercado –teníamos que comer algo. Ni yo ni ninguno de mis compañeros sabíamos leer alemán. De hecho, a penas podíamos leer, entre todos, alguna cosa en español. Los dibujitos de las latas de comida ya preparada era lo que nos indicaba qué comprar. Vimos una lata con dibujos de trozos de carne. Que apetecible resultaba aquello, y era razonablemente barato comparado con los productos de su alrededor. Lo compramos.

Cuando llegamos, ya de noche, a las barracas para dormir, decidimos abrirlo y cenar. Quiero recordar que no entendíamos el alemán.

-Y nada, así fue como pillé éste cierto gusto por la comida de perro.

l. T. William. 13.04.10

4 comentaris:

  1. JAAAAAAAJAJAJJAJAJJAA Virgen Santa, no "comida de perro" de perro muerto convertido en comida, sino "comida de perro" de carne en latas especiales para la alimentación de los perros!

    ResponElimina
  2. No sé por qué pensé lo peor de la situación. Creo que fue porque acababa de leer los relatos que me enviaste por email y estaba entre escéptica y cuasi apocalíptica

    ResponElimina
  3. "Casi apocalíptica" JAAAAAAAAJAJJAAJAJJAJA

    ResponElimina