diumenge, 7 d’agost del 2011

mi amigo Orlando...

Esto es lo que pasa cuando se juntan unos amigos, un aburrimiento y una grave falta de televisión. En definitiva: por aquellas noches en las que, entre todos, construimos monógolos que se creen divertidos.

Bueno, el tema del que os voy a hablar esta noche es… Es sobre mi amigo Orlando. Tenemos muchas cosas en común: nos gusta el circo chino, comer chocolate y limpiar cosas para luego ensuciarlas otra vez. Hay días de mucha suerte, cuando Dios se acuerda de nosotros –gracias señor-, que follamos. No juntos, desde luego, cada uno con quien puede, pero que follamos. Aunque son pocos días, la verdad. Tenemos más cosas en común, pero es que no acabaríamos nunca. A los dos nos gusta el tío del supermercado, que se le ve que es listo y simpaticote; también alto y musculoso, pero eso no tiene nada que ver.

Ahora, hace unas semanas, he vuelto de un viaje con Orlando por África. En la sabana. Aquello es precioso, habréis visto fotos, seguro. Tiene mucha amplitud, y hay árboles y cosas. Precioso, vamos. La putada es que el viaje fue una mierda.

Orlando es un chico muy… peculiar. Íbamos juntos al colegio, y era un desastre con las notas, con las chicas y con todo en general. Bueno, era y es un desastre. Y acabó siendo basurero. Que ya se lo dije yo: mala profesión Orlando, que con lo guarro que eres tú, ensuciarás más que limpiarás. Pues nada, él, basurero: que quería hacer servicios por la comunidad, y no sé qué. Además, que le hacía mucha ilusión tener uno de esos chalecos reflectantes de color naranja, ya sabéis. Luego con los años se cansó y empezó a decir que quería trabajar en un despacho. Vamos, a no dar clavo al agua y cobrar el triple; así que se metió a la universidad. Estaba muy contento, lo tendríais que haber visto, todo el día hablando de sus salidas laborales, de sus futuros sueldos y esas cosas. Este año ha acabado la carrera y sigue siendo basurero, no os digo más. Si es que claro, ya se lo dije yo cuando la empezó: ¿filosofía? ¿Quieres tener salidas y te metes a filosofía? Menuda elección de mierda. Con esa carrera tienes tres salidas, es verdad: por mar, por aire y por tierra.

La cuestión es que nos fuimos a celebrar su graduación a África. Los dos solos, todo muy bonito, todo muy bien. El billete, unos cuatrocientos euros; la maleta, treinta euros; los hoteles, muchos euros más; pero la vergüenza que pasé yo en ese viaje, eso no tiene precio.

Mira, sin ir más lejos: fuimos un día, en un autobús, a dar una vuelta por la sabana, ¿vale? Todos los guiris vestidos de camuflaje. Que es una tontería, pero los guías nos dijeron que mejor ir de camuflaje, y nosotros nos subimos al carro. Claro que luego pensé que sería para que comprásemos el traje en la tienda del hotel, pero en fin, ¿para qué arriesgarse? Bueno, pues Orlando no. Él que no se compraba el traje de camuflaje, que eso valía muchos dineros. Que piensas, pues ya te lo compro yo, Orlando, ya te lo compro yo. Y él que no y que no. ¿Sabéis cómo fue? Con el uniforme de su trabajo. Tú imagínate el panorama: todos con traje de camuflaje y Orlando con tejanos y ese chaleco reflectante horrible. ¿Te lo puedes creer? Increíble. Que el tío decía que así, si se perdía, lo veríamos mejor. ¡Y tan mejor! Hasta el último león de África lo vería, por Dios.

Y claro: nos perdimos. El autobús paró y nos bajamos y eso, para que hiciésemos fotos, supongo. Y claro, Orlando se tomó la misión fotográfica muy en serio, ¿sabes? Y cada vez, lo veía yo, que entraba más y más en la sabana, alejándonos del autobús. Y claro, yo lo seguía, pensaba: ya verás tú como lo pierda, que no conozco a nadie más, y luego quien se lo cuenta a su madre soy yo, ¿sabes? Así que lo seguí. Y acabamos perdiéndonos en medio de la jungla. Imagínate la gracia. Y pensaréis vosotros ahora: ¿y quién os rescató? ¿Los guías? Los guías, los cojones. Estábamos ya perdidos, yo cagada de miedo, y el tío haciendo fotos a todo lo que pillaba. Y ya al final, nos atacó una manada de mosquitos, o vete a saber qué eran, y yo, pues mira, a ver, me tiré al suelo. Así [se gesticula], de cara, ¿sabes? Pensé: tu llevas el traje este de camuflaje, que con lo que te ha costado seguro que funciona, quédate aquí quietecita, y ya verás como pasan de ti. Y el otro dale que te pego a hacer fotos. Que si el zoom, que si el no-zoom; que a ver si pillaba las alas de cerca, me decía. Si ya te digo yo que este chico no es muy listo.

Total, que llegó un hombre, que, cómo os lo digo, ¿sabéis Ecco de Lost?, Pues parecido; llegó y claro, el hombre alucinó. Que debió pensar el pobre: dónde van, dónde van estos dos freaks. Esa en el suelo tirada y el otro con un chaleco reflectante. Acabamos en su casa, que el hombre hablaba el idioma.

No te diré más: yo estaba acojonada, claro. Me levanté del suelo, y pensé: menos mal, ahora este buen hombre nos salvará: nos llevará a su casa y allí no habrá animales ni mosquitos violentos que deseen nuestra muerte. ¡Imagínate mi cara cuando llegamos allí y veo a sus mascotas! No te diré más: tenía a dos leones rondando por el patio. Y al tío se le ocurre decirme que no me preocupe, ¿sabes?, que los tiene bien educados. ¡Dos leones! Casi me muero del susto. De mal en peor, pensé: ya verás tú como lo próximo es el infierno. Desde luego, Orlando disfrutando como un enano. Si es que no tiene cura su enfermedad, te lo digo yo.

De hecho, llegó ya un momento en el que Orlando estaba jugando con los leones mascota de Ecco. Yo estaba ya escéptica total, digo: después de esto, ya puedo morir en paz. Que no sé qué le empezó a hacer al león, imitando a no sé quién, y me dice: mira, ¿sabes qué soy? Digo: sí, gilipollas.

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